Chilimasa, el gran
señor de Tumbes, Curaca del Reino de las grandes balsas, gobernaba las tierras
de Tumbes, en la región del Chinchaysuyo, al norte del imperio Inca. Tenía más
de seiscientos señores principales, y cientos de mujeres cortesanas a su servicio.
Era imponente su imagen de gran señor. Su raza de guerrero
y jefe de comarca, provenía de las legendarias historias de Quitumbe, el
fundador de Tumbes. La presente obra narra los hechos más representativos de la historia de los tumbesinos, cuando allá por el año de 1532 recibieron a los europeos. Asimismo, nos cuenta, la obra, cómo era la mágica ciudad de Tumbes, que deslumbró a los primeros hispanos que llegaron a estas tierras. El documento se complementa con artículos acerca de la navegación, el arte de la talla de spondylus, la lengua de los Tumbes, y la enigmática leyenda del dios jaguar. Un documento que todo tumbesino debe leer y valorar.
FRAGMENTO:
Cientos de balsas
surcaban los mares llevando el preciado molusco, transformado en joyas, finas
esculturas, pectorales, chaquiras, brazaletes, pendientes reales, y narigueras,
o sólo como valvas de todos los tamaños y colores, también en polvo para los
ritos de sacrificio. Habían encargos desde las tierras mochicas, chimúes,
nazcas o de Pachacamac. Se había creado, la ruta sagrada del spondylus,
apareciendo el molusco de los dioses en tierras inimaginadas a cientos o miles
de kilómetros.
TUMBES, LA PUERTA
DEL CIELO
Los palacios de
Tumbes estaban repletos de jardines, con árboles, frutas y raíces hechas de oro
puro, tan bien trabajados y diseñados, que no había en el mundo tan sólo uno
que iguale su esplendor.
Practicaban los
tumbesinos, un régimen de vida singular. Comían a cualquier hora, ayunaban de
vez en cuando, y dormían en redes grandes colgadas de dos troncos. Muy dados a
la higiene, era común verlos bañarse varias veces en los cauces de los ríos,
felices, diestros nadadores ingresaban al agua como ranas o lagartos, al
instante; y podían nadar hasta un tramo de dos leguas sin cansarse. Las
mujeres, de cuerpo gracioso y elegante, por mucho parir o tener edad avanzada,
no descubrían arrugas en su pecho. Deliciosa era la flor de sus cabellos
largos, oscuros como la noche y el misterio. No cabe duda, los indios de
Tumbes, eran gente que vivía feliz y en armonía con la naturaleza.
De la serie "Los hijos del Jaguar". Literatura Popular Tumbesina.
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